sábado, 2 de agosto de 2008

Huellas.


No hay, en verdad, ningún corazón que no este manchado de villanías, de cálculos sórdidos, de faltas inconfesables, de todo eso que deja en la mirada resplandores equívocos.

Incluso los corazones purificados, de vuelta de las aguas turbias, conservan, para siempre, un regusto amargo, de imperfección y de cenizas.

Podremos recomponer la porcelana rara que se ha caído, pero el que sabe que estuvo rota conocerá las huellas de la fractura, por muy disimuladas que estén.
Nunca mas la pieza que sé quebró recobrara la unidad invisible de lo que es perfecto, la unidad que ni la muerte puede hacer desaparecer. Cuanto más avanzamos por la vida, mas se ahondan en nuestro corazón las huellas del dolor, imperceptibles para los que no nos conocían, pero desgarradoras porque esta hechas de cosas delicadas que se deshicieron, como la seda sutil de un tejido que se desgarra.

Bienaventurados los que se purifican con sufrimientos invisibles y se mantienen en pie a la hora del declinar. Pero, ¿ hay ojos que sean capaces de mirar y de no temblar? ¿ Hay algunos que no escondan algo?¿Quien es el que no se ha envilecido algun día. quien es el que no tiene que callar palabras, gestos, deseos, abdicaciones inconfesables?¿Cuanto lodo tras lo convencional, tras la sonrisa! ¡Cuantos hombres, cuantas mujeres tienen que esconder el fracaso de su sensibilidad, de sus juramentos, de su cuerpo!La caída es solo el final de muchas traiciones previas.

La carne no se abate mas que cuando las fibras innumeras del corazón se han roto secretamente, una tras otra, entre subterfugios, pretextos y abandonos envueltos en sonrisas. Una vez comenzado el descenso, lo demás viene solo.La bajeza esta en el pensamiento antes que el barro lo advierta.El cuerpo no cede mas que cuando el alma ha abandonado a la corriente los remos que debieran trazar caminos rectos sobre el agua inmaculada.